Real Hipódromo de Legamarejo.

Aunque no son muchos los vestigios que permanecen del hipódromo, es un itinerario que merece un relajante caminar por los magníficos paseos arbolados que lo circundan, por el soto y la huerta de Aranjuez.
Su origen se encuentra en la Real Yegüada de Aranjuez situada en el soto de Legamarejo, en la parte norte de la calle de Lemus, que contaba con una casa destinada a la sección inglesa de la misma, denominada como Casa de Legamarejo.
Este hipódromo era frecuentado tanto por ribereños como por madrileños que acudían mediante la línea férrea Aranjuez-Madrid.

En otoño de 1916, por iniciativa del monarca Alfonso XIII y con el apoyo del ayuntamiento de Aranjuez, comenzó la construcción de un nuevo hipódromo de mayores dimensiones y mejor preparado, sobre el trazado del anterior. El encargado de llevarlo a cabo fue el caballerizo mayor del rey, el marqués de Viana, empleando en ello al administrador de Aranjuez, Casimiro Lalana, el aparejador Calixto Heredia y el señor Nieulant.
El nuevo hipódromo fue inaugurado el 24 de mayo de 1917, la longitud total del circuito era de 2.000 metros. También se construyó un apeadero en la línea férrea Madrid-Aranjuez, antes de llegar a la estación de Aranjuez, permitiendo un mejor acceso desde Madrid por tren. Desde el apeadero se tomaba la calle de los Tilos.


Las tribunas y gradas se disponían en la parte norte del circuito y estaban construidas en estilo rústico, a partir de materiales ligeros como madera y caña. Por el contrario, la tribuna real estaba realizada con materiales duraderos, en estilo toledano, con columnas de piedra, cubierta con estructura de madera, suelo de barro y azulejos y zocálos de azulejería. Esta tribuna contaba con una terraza cubierta para contemplar las carreras y en el interior, un salón de té y un cuarto de baño.

Su inauguración contó con diversas carreras civiles y militares y estuvo señalado con la asistencia de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, así como de otros miembros de la familia real. En el hipódromo se disputaban un número reducido de premios pero de distinta importancia como las Copas de Italia, Reina Victoria, María Cristina o el Derby de Aranjuez. También es destino en visitas a España de soberanos extranjeros.
Sin embargo y lamentablemente, el hipódromo ribereño siempre tuvo que estar en la sombra de otros escenarios como el Hipódromo de la Castellana o el Hipódromo de San Sebastián, aunque en este escenario corrieron grandes caballos de aquellos años.

Con la llegada de la Segunda República las carreras en Aranjuez se suspenden en 1931 y 1932, aunque se mantiene funcional el hipódromo de Legamarejo, que el Gobierno muestra como un valor más de Aranjuez: en octubre de 1931, y acompañada de varios diputados provinciales y el Ayuntamiento en pleno, lo visita una comitiva de congresistas cinematográficos que lo califican de “grandioso”. Efectivamente, la II República no quiere acabar con el hipismo, aunque los planes son remodelar su financiación y reordenarlo para adaptarlo a los nuevos tiempos. Especial notoriedad obtuvo este circuito en 1933 debido a la demolición del Hipódromo de la Castellana, hasta la inauguración del nuevo hipódromo de la Zarzuela.

Con la llegada de la Segunda República las carreras en Aranjuez se suspenden en 1931 y 1932, aunque se mantiene funcional el hipódromo de Legamarejo, que el Gobierno muestra como un valor más de Aranjuez: en octubre de 1931, y acompañada de varios diputados provinciales y el Ayuntamiento en pleno, lo visita una comitiva de congresistas cinematográficos que lo califican de “grandioso”. Efectivamente, la II República no quiere acabar con el hipismo, aunque los planes son remodelar su financiación y reordenarlo para adaptarlo a los nuevos tiempos. Especial notoriedad obtuvo este circuito en 1933 debido a la demolición del Hipódromo de la Castellana, hasta la inauguración del nuevo hipódromo de la Zarzuela.
