La primera sierra de agua de la que se tiene noticia en España se emplazó en Aranjuez a mediados del siglo XVI, fechas en la que Juan Bautista de Toledo estaba a cargo de las obras hidráulicas del Real Sitio. Tuvo una larga vida (se derribó en 1761) a pesar de los incendios que en varias ocasiones la asolaron.

De las sierras hidráulicas renacentistas la mejor documentada es la de Aranjuez, cuya misión era cortar las maderas que llegaban por el río Tajo desde las sierras de Cuenca en maderadas*. Fue obra de Pedro de Mola y Antón Morillejo, vecinos de la población guadalajareña de Trillo.

Plano de la última reconstrucción del molino de Aranjuez (s. XVIII).


Se conservan los planos del siglo XVIII, fruto de una reconstrucción en 1743, en los que se muestran dos ruedas motrices hidráulicas, la que acciona la cadena que hace avanzar el cajón que lleva el tronco que se corta, y la que mueve el bastidor que porta las sierras de acero.

En el caso de Aranjuez podemos hablar de una factoría hidráulica ya que constaba de dos sierras y de una armería, que incluía una ferrería con su martinete de forja y los barquines* movidos por ruedas de agua, de tal modo que se aprovechaban los sobrantes de madera para combustible. Un magnífico ejemplo de industria anterior a la revolución industrial (s.XVIII).

(*) Forma de transporte fluvial que podía estar constituida por miles de troncos, con dimensiones que podían superar los doce metros de longitud por pieza, llegaban a ocupar más de 30 kilómetros del río. Eran conducidas por cuadrillas de gancheros dirigidos por el maestro de río. Su transporte duraba meses.

(**) Fuelles grandes usados en las ferrerías y fraguas.